<%@LANGUAGE="VBSCRIPT" CODEPAGE="1252"%> Carlos Lucas
De reparto
  Mi vida y el Arte
Biografía de Carlos Lucas Reñé escrita por él mismo
2002 (inédito) Fragmentos

Nací de una familia de tradición teatral. Mi bisabuela que era argentina, poetisa, autora y empresa del Teatro Rioplatense vino a España a representar con su compañía. Su esposo, mi bisabuelo, era médico en Pamplona. [...] A mi bisabuelo le gustaba mucho el juego (la ruleta, entre otros) y se jugó el dinero que su esposa tenía en el banco. Lo perdió todo. Y le puso a su esposa el pretexto de que no le sentaba bien el clima de España y deseaba volver a Argentina, que allí se verían cuando regresara ella. Consintió ella. Un día fue al banco y se encontró sin un duro de su plata. Y menos mal que aquí estaban cosechando éxitos y dinero. Se quedaron en España y a partir de entonces empezó para ellos y para la futura sucesión de nuestra familia lo que en muchos seres humanos les dio por llamar destino. Y tal vez por seguir la tradición familiar o por la dichosa pasión a la vocación de esta profesión maravillosamente bonita, pero cruel tanto como ingrata. El caso es que nuestra abuela (la cual tuvo trece hijos, se le murieron seis) se hizo cantante lírica, tiple, y organizó su propia compañía de teatro lírico español, titulada “Los Navarro”, con un repertorio de 120 obras, unos quince o veinte dramas y comedias, entre las que había algunas de la época de género político tituladas La libertad caída, El pan de piedra y El cristo moderno.

Y empezó lo que muchos años después, basándose en las vidas profesionales de las compañías de teatro español, que recorrían toda nuestra geografía interpretando toda clase de teatro, en compañías tanto familiares como formadas por otros diversos intérpretes y artistas de todos los géneros, [...] y con el mundo del espectáculo por bandera española se identificó con ese film titulado Viaje a ninguna parte. Y el caso es que empezó mi familia nuestra vida de teatro lírico español, de obras maestras e inmortales.

Yo tenía cinco años. Estando trabajando no me acuerdo en qué localidad de España, estaban en medio de una representación, yo me escapé de la casa y fui a parar al teatro, me metí en el escenario y, dirigiéndome al público, les dije: “Señoras y señores, la función ha terminado”. Y una mano me metió entre bastidores, rápidamente.

Lo último que hice de los quince a los dieciséis años fueron las prácticas para operador de cabina (proyección de películas, eran tres meses). Pero cuando llevaba 2 meses y 21 días, se presentó en el cine Pelayo de Madrid un chico que era ayudante profesional, que venía de haber trabajado en el Cine Ideal y tenía 18 años y su carnet y a mí me dejaron fuera; pues además, según dijeron, no se podía en ese trabajo trabajar teniendo sólo quince años. Por esa razón y porque yo no encontraba algún trabajo de aprendiz, y eso que me iba andando desde Estrecho hasta la Puerta del Sol, luego llegaba a la casa a comer a las cuatro de la tarde y mi pobre madre preocupada por si me había pasado algo. Y fue entonces cuando me mandó con mi padre al Teatro Bretón de Salamanca, con “Los Ases Líricos”.

Yo empecé como corista (tenor) en la zarzuela del maestro Guerrero La rosa del azafrán. Y yo en mi lógico pequeño temor por subir a un escenario le iteraba a mi padre: “¿Qué tengo que hacer?” (pues de niño no tiene alguien uso de razón y se toma esa cuestión escénica, tan seria, como un juego). En cuanto empezamos a cantar, según una frase que me sugirió mi padre para no tener miedo y vergüenza ante el público: “Hazte cuenta con naturalidad de que el escenario es tu casa”. Y yo así lo hice; no miraba al público y no lo veía (y eso que estaba abarrotado). Yo me centraba en la acción y situaciones. Y así empezó para mí lo que aparte de hacerme un actor, al cabo de cierto tiempo me haría coger gracias a mi interés, afición y vocación tal cantidad de experiencia y práctica. [...] Y tanto fue en el teatro, cine, televisión y hasta radio, como en mi propia vida real una vez interpretados y otra vez vividos, sin darme a veces cuenta de que también podían haber sido interpretados.

En este personaje yo pedía siempre a atrezzo (palabra italiana) que me dejasen unas gafas de simple cristal pero muchas veces eran de aumento, pero yo las resistía muy bien porque siempre he tenido una vista maravillosa. Mi padre me decía “Carlos, que te vas a marear” Y yo le decía “que no me mareo, ya lo verás, papá” Y efectivamente. No me mareaba, aparte de que como es natural yo miraba muchas veces por encima de la montura superior y otras por debajo. También me pintaba un bigotillo igual que el de Charlot. No en balde me llamo Carlos, que en inglés es Charles, y en los momentos de silencio me ponía en la postura en que Charles Chaplin se ponía cuando estaba triste, con una mano en un bolsillo del pantalón y aquí sí, aquí tenía que sostener la flauta por debajo del sobaco, luego el cuerpo inclinado un poco a mi derecha y los pies un poco ladeados como los llevaba Charlot y con la mirada triste, en actitud reflexiva.

A lo largo de mi profesión de artista y actor tengo hechas ciento cuarenta zarzuelas, 150 comedias y dramas y ya tenía el principio de la creación de otro de los personajes del pueblo según el argumento y las situaciones de los personajes que en ese momento coincidiesen con nosotros (el coro). Pero sin el coro no se puede hacer zarzuela y sin los actores y actrices –característica, actor de carácter, actor genérico, actor cómico, tiple cómica y tenor cómico-. Tengo un repertorio teatral de 290 obras y unas ciento cincuenta películas entre ellas dos protagonistas y cinco secundarios.