| ¡Menuda cuadrilla! Los secundarios hechos estrellas |
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Carlos Lucas, de 63 años, [...] es ese tipo de persona que
desea pasar tan inadvertido como el cantil de una sombra. Tiene esa
forma de mirar de los que sufrieron la privación y temen que
para cada uno haya en el aire una bala perdida. Siempre que habla
de su familia, la compañía de Los Navarros, les dedica
una lágrima bondadosa. A su abuelo lo vio morir, camino de
una actuación en Medina del Campo. Iban en un carro por la
nieve, abrigados con mantas. Pero el abuelo se la quitó para
fumar un pitillo y pilló una pulmonía criminal. Después
de trabajar de recadero en Madrid, a Carlos lo reclamó su padre
porque había una vacante en el coro de Los Ases de la Lírica.
Una compañía con 120 obras de repertorio. Aprendió
imitando en la soledad a cada uno de los que salían a escena.
En El gañán tuvo su primer papel. Su personaje era El
Patolas. Tenía que liquidar a alguien de un tiro y proclamar:
“¡Lo he matado!”. Pero Carlos decidió poner
algo de su cosecha y dijo con garbo: “Lo he matado... y olé!”.
El público aplaudió a rabiar.
El gran sueño de Carlos Lucas era el cine y empezó de
extra en 1954. Fue una travesía muy dura y el sueño,
en ocasiones, se tornó pesadilla. Como en el Carpanta de los
tebeos, un bocadillo era un triunfo. Esto lo digo yo y no Carlos porque
tiene la gran dignidad de los actores que en la vida real se niegan
a interpretar su pobreza. Exorciza la miseria con recuerdos entrañables.
“Por ejemplo, le estoy muy agradecido a la película El
tigre de Chamberí. Ni siquiera aparecía en pantalla,
pero, ¿sabes?, había un combate de boxeo y a los extras
que hacíamos de público nos repartían cigarrillos
para crear ambiente de humo. ¡Qué suerte! Gracias a El
tigre de Chamberí pude fumar aquella temporada. No tenía
ni para tabaco”.
Hace años un amigo le convenció de que para triunfar
en el cine había que promocionarse. Así que Carlos se
hizo dos retratos. En uno aparecía con sombrero de ala ancha
y abrigo. En otro, con gabardina regalada de estilo Bogart y un pitillo
en los labios. “Estaba muy bien en esa foto”, recuerda
Carlos con nostalgia. La última copia de ese retrato, muy desgastada
por el roce del tiempo, llegó por un golpe de azar a manos
de La Cuadrilla. Así nació Sansoncito.
¿Y en amores, Carlos, cómo le ha ido en amores? Antes
de responder mira hacia atrás de nuevo por si hay damas y sonríe
pícaro. “¿Sabes? Una vez tuve una aventurilla”.
Lucas vive con un primo que no le deja entrar en su casa cuando juega
el Atlético de Madrid y lo televisan. “Dice que soy gafe.
Pero yo no creo que sea gafe. Lo que pasa es que no me va el fútbol,
quizá porque la primera vez que jugué me dieron un pelotazo
en las partes”. |
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Manuel Rivas
El País Semanal, octubre de 1995 |
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El actor Carlos Lucas ha muerto |
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Siempre que le daban un papel se adueñaba de
él ese nerviosismo que tienen los jóvenes actores al
ser seleccionados. En su carrera hizo cientos de papeles, hasta que
un día le ofrecieron hacer “Sansoncito”, el nombre
de uno de los dos protagonistas de la película “Justino,
un asesino de la tercera edad”.
Al ver su trabajo uno nota la
placidez del actor que camina dentro del personaje con tal agilidad
que es imposible imaginarlo fuera de la ficción. Carlos Lucas
aprovechó esta oportunidad y así se lo reconocieron
el público y los profesionales del cine. Después volvió
a hacer papeles como los que había hecho hasta entonces, luchando
hasta que le acompañaron las fuerzas. |
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Carlos de Gabriel
Actúa: Boletín trimestral de AISGE N. 3, abril/julio,
2005. |
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